Por Alberto Javier Mazza En una fecha como hoy es importante detenernos en un aspecto que no siempre se tiene en cuenta cada vez que conmemoramos un nuevo aniversario de la Batalla de Sarandí: la incidencia en nuestra identidad como comunidad.

Un acontecimiento bélico como la Batalla de Sarandí aquel 12 de octubre de 1825 no fue solamente parte del amanecer de lo que hoy disfrutamos como Nación, para quienes han nacido y emigraron, o para los que aún permanecen en este territorio, es una señal de identidad.

Antes de su fundación, la zona ya tenía una relevancia histórica y geográfica.

La evidencia sugiere que existía una aglomeración de ranchos cerca del sitio donde, el 12 de octubre de 1825, se libró la Batalla de Sarandí, un evento militar crucial para la Independencia de la Banda Oriental.

Utilizando alguna herramienta de inteligencia artificial nos pueden hacer decir que “La historia de Sarandí Grande es un ejemplo clásico de cómo la infraestructura puede actuar como catalizador para el desarrollo social y urbano. A diferencia de muchas ciudades fundadas por una autoridad civil o militar, Sarandí Grande surgió directamente de una necesidad económica: la de establecer una parada clave en la línea ferroviaria central.

Sin embargo la inteligencia emocional a los sarandienses nos lleva a reafirmar que la Batalla de Sarandí fue un triunfo decisivo que demostró al Imperio de Brasil, que la revolución en la Banda Oriental era un movimiento serio y poderoso.

De allí en más la zona comenzó a recibir mujeres y hombres, familias que se fueron asentando; después el ferrocarril con su estación; un centro de desarrollo económico importante para la región; y la formación de una comunidad.

A una parte de esa comunidad, notoriamente identificada con la historia de la zona, le tocó coincidir con las celebraciones del centenario de la Batalla de Sarandí.
En el libro “Historia de Sarandí Grande” del Dr Alfredo San Juan, una de las referencias a la hora de indagar sobre la historia de estos pagos, se recuerda -entre otros capítulos- el centenario de la Batalla de Sarandí y cómo la sociedad organizada logró, dos años antes, comenzar a preparar los festejos.

Por aquel entonces en el año 1923 iniciaron las reuniones con el objetivo de mejorar la infraestructura en la ciudad, soñando con transformar la realidad y ser una comunidad como llamaban en la época: progresista.

El Padre José Fontes Arrillaga, elegido para abrir la oratoria de la primera convocatoria entre otros conceptos afirmó: “No ha de faltar quienes digan que nos hemos vuelto locos, y que soñamos con realizar lo imposible...Estamos en Sarandí, estamos en el pago ilustre, en que los tres grandes caudillos artiguistas Lavalleja, Rivera y Oribe, se encontraron providencialmente unidos, para la consecución de un ideal de incomparable grandeza, tildado de imposible también”

No será imposible entonces creer que podemos construir lo que no fuimos capaces en este tiempo”.

Así, dos años después, Sarandí pasaba a iniciar un proceso progresista de la ciudad logrando consecutivamente una Sala de Auxilios que también se encuentra definido en una nota del libro de San Juan como pequeño Hospital o puesto de asistencia; luz eléctrica con un terreno donado para la Usina, el agua potable; la colocación de la piedra fundamental para la construcción de la sede del Banco República que ediliciamente contribuyó desde entonces a nuestro acervo Patrimonial; al igual que lo fue la entonces Escuela de Varones, obras municipales en el cementerio, matadero municipal, ornamento de plazas, mejoras en la Plaza Pisón, mejoras en la plaza de deportes, arreglo de calles, la escuela 38; entre muchas otras mencionadas en el libro de San Juan.

El centenario de la Batalla de Sarandí encontró una comunidad progresista, comprometida con el presente y futuro de sus hijos.

Es parte de la historia también recordar que medio siglo después cuando se cumplieron los 150 años de la Batalla de Sarandí, muchos adolescentes y jóvenes de esta comunidad no pudieron participar de las celebraciones porque alguno tuvo la infeliz idea de acusarlos de intentar atentar contra el presidente de la república en la época de la dictadura.

Hoy también Sarandí los recuerda con la placa colocada en la plaza Pisón.

Todo forma parte de la historia.

La gloria obtenida en el campo de batalla, el empuje de nuestros predecesores y por consiguiente la memoria, forman parte de nuestra identidad que hoy entendemos necesario remarcar.

Llegamos al bicentenario con una realidad diferente a la de hace 100 años, quizá o sin quizá estuvimos en falta y no dimensionamos el aspecto comunitario, de verdadero desarrollo humano y social y nos faltó músculo.

No estamos en estos 200 años mostrando obras y servicios que cambien y mejoren significativamente la calidad de vida de los habitantes de la ciudad.

Sin embargo, retomando una de las frases pronunciadas por el padre Fontes Arrillaga “No ha de faltar quienes digan que nos hemos vuelto locos, y que soñamos con realizar lo imposible”, es que a partir de ahora soñemos y trabajemos con un Sarandí realmente unido en el objetivo del bienestar común.

En un desarrollo que acompañe los avances que en el mundo permiten una sociedad más justa y más solidaria.

Ese es el camino que deberíamos mostrar a las nuevas generaciones, para que la épica de la Batalla de Sarandí siga tan viva en la memoria como en el espíritu de lucha de la sociedad en su conjunto.